miércoles, 7 de enero de 2009

Y la gente sigue comprando zapatos




Israel es un pequeño país que alberga un poco más de siete millones de habitantes, sin embargo en su territorio se viven paralelamente dos mundos diferentes. Tel Aviv, por ejemplo, es un país dentro del país, una burbuja de vida moderna, una urbe de espíritu joven que se recorre mejor en bicicleta y lejana a una guerra que sucede en Gaza, al sur de Israel. La distancia en kilómetros no es grande, pero en realidades lo es mucho. Yo, acostumbrada a ver cómo en Colombia ocurren masacres y combates de tintes escalofriantes pero lejos de la vida cotidiana de la ciudad, veo con asombro la naturalidad de la gente frente a la guerra y la continuación impasible de la vida diaria.

No debería sorprenderme tanto, pienso yo, viniendo de un lugar donde reina la indiferencia y no nos damos por enterados de los cadáveres que bajan por el río, de los juegos macabros con cabezas a manera de balón, de los secuestros interminables. Pero me sorprende y me molesta que se siga respirando el mismo aire sabiendo que a escasas horas de Tel Aviv se vive un infierno de dolor y muerte.

Uno de mis trabajos aquí es en una exclusiva tienda de zapatos, costosos zapatos "de marca". Y como si nada sucediera, la gente sigue llegando a comprar los zapatos para la fiesta de esta noche. Cómo es posible pensar en fiestas cuando la cifra de muertos alcanza casi los 600, y ni hablar del número de heridos y la gravedad de la situación humanitaria. El sábado en la noche comenzó la operación terrestre en Gaza. Ahora miles de soldados israelíes, la mayoría de ellos jóvenes que no sobrepasan los 23 años, combaten a su suerte contra Hamas. Ya han muerto varios de ellos y cada vez llaman a nuevos israelíes a enlistarse en las filas de batalla. Pero a pesar de la guerra la gente sigue comprando zapatos, y sigue yendo a cenar a un lujoso restaurante, y sigue planeando la rumba del fin de semana. A lo mejor detener las actividades cotidianas no conduzca a ningún cambio de la situación actual en Gaza, pero al menos por solidaridad con el propio ejército, o por compasión con las víctimas del "enemigo" debería generarse un cambio en la actitud de la gente.

Pero qué se puede pedir. Seguramente la mayoría de las personas sólo está esperando que este amargo capitulo termine pronto para no tener que experimentar la incomodidad en el sofá cuando ven las imágenes que transmite el noticiero con los muertos de la jornada. Siempre es más fácil vivir sin saber, o vivir haciéndose el que no sabe.

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